Paréntesis.

La dieta y la tarta

No estaba a gusto conmigo misma, por eso decidí comenzar una dieta.
A medida que pasaban los meses, estaba feliz con los resultados y quería seguir.



Un día salí de mi casa pensando en lo contenta que estaba con esta dieta ya que las demás no habían salido bien.
Paso por delante del supermercado, la floristería, la pastelería... Pero mis ojos se dirigen hacia aquella tarta. Tarta de queso, mi preferida.

Me quedo 20 minutos mirándola fijamente... Se me hace la boca agua... ¿Rompo la dieta o debería seguirla?
Debería, pero acabo entrando en la pastelería.
Vicio, vicio y más vicio... Remordimientos, lágrimas... Promesas rotas. Todo el trabajo se fue a la mierda.
Pero la verdad es que después de comerme esa tarta, no me arrepiento de haberlo hecho. ¡Me siento tan bien al habérmela comido y disfrutarla después de tanto tiempo!
¡Y quiero más! Pero otro día, ya me he gastado todo el dinero...
¿Debería volver con la dieta? ¿O ya la doy perdida? Podría intentarlo... Pero en mi cabeza sigue el sabor de esa tarta, su irresistible imagen y las ganas de comérmela de nuevo. La echaba de menos...

Decido pasar unos días sin pensar en la dieta y sin pensar en la tarta...
Pero me decanto por la dieta y decido hacer ¿lo correcto?
Durante el día, la llevo bien, pero por las noches me levanto a coger chocolate porque esa tarta ya está rondando mi cabeza.
Y así todos los días... No dejo ni la dieta, ni la tarta; no como ni dejo comer.
¡Que estrés, que agobio!
La dieta es sana... Equilibrada; es segura.
Sin embargo la tarta puede hacerme engordar... Puede hacerme daño y no es segura, porque no sé con certeza sus ingredientes.

Decido seguir la dieta, pero algunos días seguir comiendo de esa tarta.
Total, no pasa nada que la salte una vez cada mucho tiempo... ¿O sí?
Quizás luego la dieta ya no me haga efecto y tendría que dejarla... Pero no quiero.
O quizás la tarta se me haga aburrida con el paso del tiempo y tenga que dejarla... Pero tampoco quiero.

¿Qué decisión he de tomar?